Cada una de estas poblaciones era un altépetl distinto, es decir, una instancia política, social y religiosa organizada. En su conjunto conformaban un mismo Estado que invadió, esclavizó y controló a los pueblos vecinos, imponiéndoles entre otras cosas su lengua (el náhuatl) y su religión (el culto al dios solar y guerrero Huitzilopochtli).
Por eso, una vez llegados los ejércitos conquistadores en el siglo XV, fue muy sencillo convencer a las poblaciones rivales de aliarse con los europeos en la guerra contra los aztecas. Esta fue la decisión tanto de tlaxcaltecas como totonacas, a pesar de que después ellos mismos compartieran el destino de sometimiento y exterminio que puso fin a la cultura mexica.
Se estima que, para el momento de su caída, el Imperio azteca contaba con unos 22 millones de personas y con una densidad poblacional de 72,3 habitantes por kilómetro cuadrado (a lo largo de 304.325 kilómetros de superficie).
Ubicación geográfica de los aztecas
Los mexicas provenían de una tribu nómada mesoamericana que se asentó hacia el año 1325 en México-Tenochtitlán, en el centro del actual territorio de México, en donde actualmente se halla la Ciudad de México, capital del país.
Desde allí se expandieron hacia afuera, se adueñaron de los actuales estados de México, Veracruz, Puebla, Oaxaca, Guerrero, Chiapas (la costa), Hidalgo y parte del territorio actual de Guatemala. En dicha región contaban con diversos ecosistemas, distintas regiones climáticas y por lo tanto distintos recursos naturales que aprovechar.
Los aztecas eran un pueblo fundamentalmente guerrero y religioso, cuyo patrono principal era el dios Sol, Huitzilopochtli. A su nombre hacían sacrificios humanos, con los guerreros de las etnias conquistadas, a las que además imponían un sistema de impuestos que centralizaba en Tenochtitlán la mayor cantidad de riquezas posible.
Su carácter belicista se reflejaba en sus vestimentas, adornadas con plumas y otros adornos que mostraban además la jerarquía del individuo dentro de la sociedad. Dominaban un tipo de metalurgia prehispánica basada en bronce, oro, plata y obsidiana, con el que confeccionaban ornamentos y armas para la guerra.
Poseían también una escritura pictográfica que cumplía fines de documentación, un sistema métrico propio con el que desarrollaron numerosas obras arquitectónicas, y un sistema astronómico basado en la observación del Sol, la Luna y Venus.
Su imperio heredó tendencias culturales de culturas precedentes, como los teotihuacanos. De hecho, hicieron de Teotihuacán, ya abandonada y en ruinas, un lugar de peregrinaje religioso en el que llevar a cabo ritos y ofrendas humanas: varones al dios Sol, mujeres a la diosa Luna.
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